El glaucoma es un estado en el que se eleva la presión dentro del globo ocular por encima de lo normal. En la mayor parte de los casos se desconoce la causa. Algunas lesiones o desplazamientos del cristalino originan este estado.
Aproximadamente un dos por ciento de los adultos mayores de los cuarenta años desarrolla esta enfermedad, que afecta igualmente a hombres y mujeres. Es raro que el glaucoma se dé en niños, pero en tal caso se llama glaucoma congénito.
El glaucoma, que puede ser hereditario, debe tratarse, porque de lo contrario originará una disminución considerable de la visión, pudiendo llegar a producir la ceguera.
Respecto a los síntomas de la enfermedad, en el tipo agudo, hay un fuerte dolor en el ojo, enrojecimiento del mismo y visión borrosa. En el tipo crónico, el paciente puede no tener síntomas de ninguna clase, hasta que al final, en el transcurso de la enfermedad, ya resulta difícil o imposible tratarlo.
Para evitarlo, si el oculista sospecha que el paciente puede ser un caso en potencia, puede prescribir colirios que le protejan contra la enfermedad.
Entre las pruebas que se realizan para diagnosticarlo están:
- Tomar la presión del globo ocular con un instrumento llamado tonómetro.
- Comprobación de los campos visuales.
- Pruebas estimulantes.
La enfermedad afecta a ambos ojos al mismo tiempo, excepto en un caso agudo. Un paciente que se encuentra en ese estado en un ojo, es más propenso a que lo padezca en el ojo, en cualquier momento posterior.
En cuanto al tratamiento, en el tipo agudo se utilizan colirios para reducir la presión intraocular. Si no se reduce la presión pasadas unas horas, conviene operar. En el tipo crónico los colirios pueden continuar durante años como único medio de tratamiento, siempre que la presión permanezca controlada. En otro caso sería necesaria una intervención quirúrgica.
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