lunes, 20 de enero de 2014

La tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad contagiosa causada por un bacilo o germen que se transmite de una persona a otra a través de la saliva; es decir, estornudando, tosiendo, escupiendo...

Hace unas décadas era la causa más habitual de muerte en nuestro país. Hacia 1961, se había convertido en la decimosexta de las causas de mortalidad, con un índice de sólo 5,4 víctimas por cada cien mil personas por año.

La tuberculosis no afecta siempre a los pulmones. Suele hacerlo, pero también puede afectar a la piel, los huesos, las articulaciones, el tracto intestinal, los riñones, la vegija urinaria, los órganos genitales, los nódulos linfáticos o el cerebro y el sistema nervioso.

Existen diferentes tipos de bacilo de la tuberculosis. El que afecta a los hombres, el que afecta al ganado y el que afecta a las aves. Este último es muy extraño como infección en los seres humanos. El que afecta al ganado es en la actualidad prácticamente insignificante en nuestro país, ya que ha sido casi totalmente erradicado gracias a la pasteurización de la leche y la erradicación de la tuberculosis entre las vacas. Cuando esta afección ocurre en el hombre, suele ser de tipo no pulmonar, afectando a los nódulos linfáticos, los riñones, los intestinos, los huesos o las articulaciones.

Tuberculosis

El bacilo de la tuberculosis entra en el cuerpo generalmente de tres maneras:
- Inhalación de gotas de saliva o partículas de polvo extendidas por las toses, estornudos o escupitajos de pacientes tuberculosos.
- Ingestión de alimentos contaminados o comer con cubiertos infectados, y beber leche de vacas tuberculosas.
- Muy raras veces, por inoculación directa en la piel con algún objeto infectado.

La tuberculosis no se hereda. Algunos grupos étnicos (negros, americanos, indios americanos, mexicanos, etc.) parecen ser más proclives a sufrir una forma severa y rápidamente mortal de la enfermedad, pero posiblemente es debido a una mayor probabilidad de exposición a la enfermedad entre ellos, causada por las malas condiciones de vida y la masificación. Esto ocurre con mayor frecuencia cuando emigran a las grandes ciudades desde el campo.

Es importante reconocer el caso de tuberculosis en sus primeras fases, porque todos los casos nuevos tienen su origen en un caso antiguo de tuberculosis.

Nadie es inmune a la tuberculosis. Cualquiera puede contraer la enfermedad, aunque ésta tiene más probabilidades de ocurrir cuando se dan malas condiciones de vida y en personas cuya salud general es mala. Se puede extender fácilmente de un miembro de la familia a otro, de un maestro a sus alumnos, de un alumno a otro, etc. Los niños pueden quedar infectados al ser besados por sus padres o por sus parientes que no saben que sufren la enfermedad o al llevar los gérmenes a la boca a través de juguetes o cubiertos contaminados.

La tuberculosis se puede prevenir siendo higiénico, descansando lo suficiente, tomando alimentos nutritivos, evitando la vida masificada y alejándose de las personas que tosen, estornudan o escupen. Asimismo, examinando todos los contactos de los pacientes que den positivo en una prueba de tuberculosis y tratando a los que sufran una tuberculosis activa.

La edad también juega un papel en la enfermedad. Los niños menores de cinco años tienen más probabilidades de padecerla de forma grave y rápidamente mortal. Entre los cinco y los quince años la incidencia de la forma mortal de la enfermedad alcanza su grado mínimo, aumentando gradualmente de ahí en adelante.

Los síntomas de la tuberculosis pueden no aparecer de forma temprana. Algunas personas de aparente buena salud pueden sufrir tuberculosis, que quizá sea detectada sólo a través de rayos X, antes de que aparezca ningún síntoma.

Los síntomas de la tuberculosis son los siguientes:
- Fatiga que lleva al agotamiento.
- Pérdida de peso y energía.
- Indigestión y pérdida de apetito.
- Tos, que suele ser descuidada y pasada por alto como si fuera producida por el tabaco.

Ocasionalmente, la aparición de la enfermedad puede ser repentina y dramática. Comienza con una hemorragia repentina del pulmón o con un dolor agudo en el pecho a causa de una pleuresía.

Para diagnosticar la enfermedad, los métodos más positivos son exámenes radiológicos y los análisis de esputos. Un examen físico con el estetoscopio y un examen con el fluoroscopio pueden ayudar a establecer el diagnóstico, pero no suelen ser útiles para determinarlo de forma rotunda.

La prueba de la tuberculina es utilizada para comprobar si hay reacción cutánea a la tuberculina, producto del bacilo de la tuberculosis. Si resulta positiva, ello significa que la persona ha estado infectada en algún momento de su vida pero no demuestra que la enfermedad sea activa. Sólo un examen radiológico y un análisis de esputos puede determinar si la enfermedad es activa o no.

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